lunes, 28 de junio de 2010

Maurizio Lauri. Arqueólogo

Bibliotecario del Instituto Pontificio
de Música Sacra del Vaticano
1953 - 2009
Maurizio Lauri ®Borzelli Photography

Maurizio Lauri, primer aniversario luctuoso. *

Para Giammarco, Serena y Rosanna

Fue miembro del Instituto Pontificio de Música Sacra del Vaticano, en Roma, donde fungía como subdirector o asistente del director de la biblioteca.

Maurizio Lauri, fue una de esas personas que se cruzan en la vida de uno y los demás, con los que se establece una relación fugaz pero profunda; que deja con sus palabras y ejemplo de vida una influencia muy grande, podría decir una experiencia de transformación, más allá del grato sabor que dejó entre quienes lo conocieron de cerca.

Maurizio, además de padre, esposo, hijo, hermano y ser humano amoroso, solidario, alegre y con sentido del humor, fue un típico romano, orgulloso de serlo, arqueólogo, amante del arte, específicamente de la música y todo lo que produce el hombre en la cultura, la creatividad y la curiosidad.

En una tarde de café en su casa, con la cúpula de la Basílica de San Pedro detrás de nosotros, y como música de fondo las campanadas de ella, charlamos en dos idiomas: él en italiano y yo en español, ambos con la disposición e interés de hablar de libros con el lenguaje universal del corazón.

Aclaró, con timidez, que con pocas personas había hablado acerca de su parte bibliófila, nacida a partir de sus primeras lecturas de infancia y por su trabajo en la biblioteca del Instituto Pontificio de Música Sacra del Vaticano.

Los libros le interesaron por su función de transmitir lo que los antepasados han pensado y por la transmisión de la experiencia; particularmente admiraba a los escritores del pasado porque hicieron sus obras con gran imaginación.

Con el tema de la imaginación; el arqueólogo y la psicoanalista, coincidieron en que ésta es una facultad maravillosa del ser humano, es una función vital primordial y que su producto siempre esta lleno de simbolismos.

Mencionó que, a través de lo que había leído y estudiado, la imaginación estimula al hombre común y al hombre de ciencia; que algunos matemáticos le atribuyen mucha importancia al papel de la imaginación en la vida de los seres humanos y la creación científica; que ni los cálculos diferenciales ni integrales se pudieron haber descubierto sin la ayuda de la imaginación. Agregó que la imaginación es más importante que el conocimiento; la imaginación circunda al mundo y que el conocimiento es limitado.

Expresó que los genios han sido considerados locos en su época por pensar diferente y me recordó el caso de Galileo, cuyas actas del juicio se encuentran en la biblioteca Vaticana.

®Borzelli Photography

Pensaba que de la relación con su abuelo materno provenía su pasión por los libros y la arqueología, llegó a ellos por su influencia; su abuelo amaba cosas antiguas, lo describió como “una persona simple, cuya vida fue dura, que nunca perdió su carácter jovial, que amaba la historia y la literatura y que le parecía un hombre adelantado para su tiempo”.

Al respecto, recuerdo que el Dr. Kornhaber, presidente de la Fundación para el abuelo, (EUA), dice que “los abuelos son como libros vivientes y archivos de familia”, transmiten experiencias a los nietos y les inculcan valores. Se ha visto que universalmente son excelentes transmisores de la herencia religiosa, cultural y que para los niños son símbolos vivientes de la tradición y la trascendencia y además que “la asignatura que imparte el abuelo no se enseña en ningún otro sitio”.

Comentó que de niño leía mucho, gracias a que su abuelo le compraba libros clásicos: Dumas, Verne, Mark Twain, y Marinetti entre otros.

Después de hablar de la imaginación y de los autores mencionados, por mi cuenta busqué cuáles son las similitudes entre ellos y encontré por qué Maurizio los tenía tan presentes, asociados a su infancia y a su abuelo, por ejemplo con Dumas encuentra que en sus novelas se pasa de la aventura a la imaginación y a la historia.

Verne, en su vida personal, fue un dedicado lector, que si no podía comprar libros por falta de dinero, pasaba muchas horas en las bibliotecas de Paris estudiando ciencia y tecnología de su época, es considerado el padre de la ciencia ficción; en sus relatos con gran imaginación y fantasía, se adelantó a su tiempo y describió productos del avance tecnológico del siglo XX (naves espaciales, televisión, submarinos, helicópteros entre otros).

Marinetti comparte con los demás autores haberse adelantado a su tiempo, publicó El manifiesto futurista, y en sus obras aparecen los antecesores de lo que hoy se conoce como robots.

Manifestó que de su etapa juvenil sus autores favoritos fueron: Erasmo de Rótterdam y su Elogio a la Locura; de Dante Alighieri su Divina comedia, así como de Séneca sus Diálogos de la brevedad de la vida; en ese momento me recitó una frase que parecía más bien un juego de palabras, tan difícil en su italiano que lo escribí en mi español, mientras a él le causaba risa “…la vida aunque lo parezca no es breve, sino que es el individuo quien hace que así parezca, se considera que la vida es corta porque no se sabe aprovecharla.”. Luego me aclaró que había recientemente vuelto a leer a Séneca.

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Leyendo a éste último autor encontré que aconseja que no se debe perder el tiempo en investigar asuntos que en realidad carecen de importancia, se debe aprovechar bien el tiempo propio para evitar que la vida parezca breve y hay que intentar no estar ocupados ya que “mientras estas ocupado huye de prisa la vida”.

Como psicoanalista es para mi muy interesante encontrar que Séneca consideraba la vida en tres tiempos: el presente que es brevísimo, el futuro dudoso, el pasado cierto y que lo único que se puede sentir como real es el pasado.

Además de ser un buen lector por gusto y por su trabajo, a los libros los estudiaba y los amaba, los tocaba y los olía, dijo que los libros tienen su propio perfume; que los salvaba cotidianamente al catalogarlos y al compilarlos, al poner en contacto a un estudiante o profesor con un libro específico, al tener en sus propias manos libros únicos, de tratados antiguos, de autores desconocidos, con grabados, con ilustraciones, encuadernados, sin encuadernar, por el tipo de lengua; libros escritos en dos y tres lenguas en la misma hoja, manuscritos, impresos, de música sacra manuscrita en pentagrama y en cuatrigrama, por el número de la edición, por el tipo de material, por su formato, libros que se leen de derecha izquierda y de atrás hacia adelante, o libros del año 1500 que en el centro de la página tienen un resumen etc.

Consideraba en su imaginación, que los libros tienen vida propia, que su alma está puesta en la mano del escritor que tuvo la necesidad de escribir algo, su cuerpo depende de las manos que lo conformaron y que su corazón late con fuerza sólo cuando entra en contacto y habla con la persona que lo lee.

Particularmente de los libros relacionados con la música sacra dijo que la música entra directamente al alma, que en la Biblia se hablaba de los coros de Dios igual que de la danza y que la armonía del universo se ha convertido en un concepto musical.

Ahora que no está físicamente con nosotros, puedo concluir que aquella charla estuvo matizada por su enfermedad que le hacía poner a trabajar su imaginación, como recurso personal para enfrentarla y sobreponerse, y también que seguramente en la intimidad de sus pensamientos recorrió hacia arriba y hacia abajo todos los caminos por los que Dante anduvo y probablemente pasó largas horas -mientras enfrentaba los duros tratamientos- dialogando con Séneca, con Lorenzo el Magnífico y con Federico Da Montefeltro, personajes a los que admiraba por ser quienes fomentaban la elaboración a mano de libros o por custodiarlos en bibliotecas. Me contó más anécdotas relacionadas con libros, bibliotecas, autores y de manera natural hizo reflexiones en voz alta sobre la vida y la alegría.

Hoy me quedo con un Maurizio sonriente que veo moverse en bicicleta junto al mar Adriático, en Grottammare, o aquel que me acerca -pensando en mi tradición- un plato de uvas en plena fiesta de año nuevo romano.

Su ausencia es suavizada con ayuda de la imaginación, lo veo por allá en lo infinito, charlando acerca de los misterios de lo humano, desde luego que con su abuelo, su padre y con otros grandes italianos de la filosofía y de la literatura: Horacio, Virgilio, Petrarca, Boccaccio, Maquiavelo, Antonio Gramsci, Gabriele D´Annunzio, Castiglione, Picco Della Mirandola o Aldo Manucio; por recordar solo algunos.

Quizás me atreva, desplegando mi potencial de imaginación, pedirle, haciendo honor a su apellido Lauri, que me permita ponerle una corona de laurel a nombre de todos lo que le conocimos y queremos.

®Borzelli Photography

México 28 de junio del 2010

* Patricia González Duarte

Fotografías: Margarita Borzelli González para abartraba
Diseño y edición: Miguel Borzelli Arenas

domingo, 27 de junio de 2010

Cotorreando la canción

Jaime Ades y Fernando Rivera Calderón
Fernando Rivera Calderón ®Borzelli Photography

Fernando Rivera Calderón y Jaime Ades ®Borzelli Photography

Jaime Ades ®Borzelli Photography

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Fotografías: Pascual Borzelli Iglesias para abartraba
Diseño y edición: Miguel Borzelli Arenas

jueves, 24 de junio de 2010

Jesús Álvarez Amaya

El pintor, grabador y muralista falleció
1925 - 2010
Jesús Álvarez Amaya ®Borzelli Photography

Subiendo al andamio para pintar su último mural ®Borzelli Photography

Pintando su último mural ®Borzelli Photography

Con el poeta Sergio Mondragón, Terraza del Palacio de Bellas Artes ®Borzelli Photography

Con su amigo el escritor y periodista Humberto Musacchio, Sala Manuel M Ponce, del Palacio de Bellas Artes ®Borzelli Photography

Con Humbrto Musacchio, Hugo Covantes y Alberto Hijar, Sala Manuel M Ponce, del Palacio de Bellas Artes ®Borzelli Photography

Llegando al Palacio de Bellas Artes ®Borzelli Photography

Presentación de libro en la sala Manuel M. Ponce ®Borzelli Photography

Con su amigo Humberto Musacchio, en la Feria del libro del Zócalo ®Borzelli Photography

Fotografías: Pascual Borzelli Iglesias para abartraba
Diseño y edición: Miguel Borzelli Arenas

miércoles, 23 de junio de 2010

Óscar de la Borbolla premio Cannes Lions

Gran Prix de gráfica en Cannes 2010

Gran Prix de gráfica, Cannes 2010 para Ogilvy México

Escrito en: México
Gran Prix de gráfica en Cannes 2010 para Ogilvy México
Advertising Agency: Ogilvy, Mexico
Chief Creative Officer: Jose Montalvo
Executive Creative Director: Miguel Angel Ruiz
Creative Director: Abraham Quintana
Copywriters: Oscar de la Borbolla/Abraham Quintana
Art Directors: Iván Carrasco, Mario Salgado, Francisco Hernandez

Oscar de la Borbolla ®Borzelli Photography

Fotografías: Pascual Borzelli Iglesias para abartraba
Diseño y edición: Miguel Borzelli Arenas

martes, 22 de junio de 2010

Marco Antonio Campos recibe reconocimiento

Premio Iberoamericano de Poesia
Ramón López Velarde





Medalla Ramón López Velarde 2010 ®Borzelli Photography



A PARTIR DEL ESTACIONAMIENTO DE FILOSOFÍA Y LETRAS DE LA UNAM*

Aún sospecho que me llamo Hernán Lavín Cerda y no es imposible que hayamos nacido en Santiago del Nuevo Extremo, como se decía en la época de Pedro de Valdivia. Digo hayamos nacido, pues cuando uno abre los ojos por primera vez hacia el cielo, también se abren los ojos de nuestros padres como en un segundo nacimiento: el de ellos. Es por eso que todo nacimiento será siempre en plural. El 13 de octubre de 1973 llegamos a México varios chilenos a raíz del golpe castrense al miocardio de la República de Chile. Ya en 1974 me había incorporado a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, dentro del área de Letras Hispánicas. Y fue justamente allí, más bien en el estacionamiento de la Facultad, donde se inició nuestra fructífera amistad con el artista de la palabra Marco Antonio Campos, quien me obsequió un ejemplar de su obra Muertos y disfraces, recién editada. Hablamos largamente porque estaba muy conmovido con los sucesos trágicos de Chile. Me preguntó por la suerte de varios poetas: dónde estaban, si yo los conocía, y cuál sería su destino. Surgieron entonces los nombres de Gonzalo Rojas, Humberto Díaz Casanueva, Miguel Arteche, Enrique Lihn, Armando Uribe, Efraín Barquero, Jorge Teillier, entre otros. Me llamó la atención cuando vi lo bien informado que estaba sobre la poesía chilena, no sólo de aquellos días. Poco después me hizo llegar otras de sus obras: Una seña en la sepultura y La desaparición de Fabrizio Montesco. A los pocos meses, si no recuerdo mal, Marco Antonio empezó a escribir en las páginas culturales del semanario Proceso. A menudo me hablaba por teléfono para preguntarme algún dato o información sobre Pablo Neruda, a quien yo había conocido personalmente en el Cementerio General de Santiago de Chile, con motivo del último adiós a Lenka Franulic, la maestra inolvidable en la Universidad de Chile, la traductora de Virginia Wolf y directora del semanario Ercilla. Aún suenan en mis oídos las palabras de aquel poema en prosa de Neruda en el cementerio, allá por 1961: "Hoy me puse corbata negra para despedirte, Lenka".

Marco Antonio Campos era una esponja muy sensible, una especie de aguja sismográfica en el corazón del hombre. Quería conocer hasta los últimos detalles de aquel tiempo infausto para el desarrollo de un proyecto democrático que pretendía cambiar el rumbo de profunda injusticia social en Chile. Años después, me invitó a colaborar en una época de esplendor del
Periódico de Poesía que editaba la UNAM. Siempre mantuvo un criterio de apertura hacia las distintas líneas de desarrollo poético en nuestros países latinoamericanos, así como de otros continentes. Vitalidad, un sentido atento, no acartonado, nacional e internacional, buscando aperturas, entrevistas, ensayos y traducciones. Dejo aquí constancia de toda mi gratitud y solidaridad con él. La misma que sentimos de parte de tantos otros amigos y colegas de México. A vuelo de pluma o más bien de teclas del computador, se me vienen a la memoria viva los nombres de Juan Rulfo, Luis Cardoza y Aragón, Rubén Bonifaz Nuño, Ricardo Guerra, Hugo Gutiérrez Vega, Margo Glantz, Huberto Batis, Augusto Monterroso, Ernesto Mejía Sánchez, José de la Colina, Miguel Donoso Pareja, Juan Bañuelos, Carlos Montemayor, Eduardo Langagne, Juan Domingo Argüelles, Margarita Peña, y tantos y tantos más, que siempre estuvieron junto a nosotros en las buenas y en las malas. Y junto a ellos, entre los jóvenes de aquellos años, nuestro querido Marco Antonio. La lista es mucho mayor, sin duda, y a quienes no he nombrado hoy les aseguro que viven en mí, en Nora, en el hijo Iván, eternamente. Repito aquí las palabras clásicas de un clásico que siempre nos acompaña. Me refiero al samurai de la canción, don Pedro Vargas: Muy agradecido, muy agradecido, y muy agradecido...

Vuelvo a Marco Antonio Campos. Congratulaciones por su Premio Latinoamericano Ramón López Velarde. Y a propósito: la primera vez que oí hablar de López Velarde con mucho entusiasmo fue a Pablo Neruda en la Sociedad de Escritores de Chile. Eso debe haber sido durante la primavera de 1960, pero no me crean en cuanto a la exactitud temporal porque la memoria es un invento de frágil conducta. Neruda dijo allí que las atmósferas de López Velarde eran recónditas e insólitas, con un sorprendente manejo de la adjetivación: una suerte de música nueva, provinciana y citadina.

Vuelvo a Marco Antonio. Sigue disfrutando con júbilo esta distinción y ponte a bailar de alegría como un niño. Alguien dijo alguna vez, sabiamente: "Quien pierde su alma de niño, pierde su alma para siempre". O lo que puede ser casi lo mismo: Si no vibramos con "los resplandores del relámpago", es posible que nos quedemos inmóviles en una parálisis no sólo del espíritu. Posdata: Alimentémonos bien: comamos frutas y verduras, caminemos y no contaminemos, bailemos al compás de la música de aquel Pérez Prado de los 50 y 60. ¿Será posible? Salud y más salud, mientras el buen amigo Pascual Borzelli toma las fotos como durante el primer día de la Creación del Mundo. Te abrazamos una vez más, como siempre, tus amigos Nora del Carmen y Hernán Lavín Cerda, ¿alias el Lobo Sapiens, Cayo Valerio Lavín Cerdus o acaso el Doctor Sutil? Casi al fin de julio del 2010 en la Ciudad de México, ¿antes o después de Jesucristo?



*Hernán Lavín Cerda, poeta chileno-mexicano.





En el Jerez de López Velarde*


“Fiel al más íntimo y querible de nuestros poetas”, amigo al que no conoció, Campos evoca el pueblo donde transcurrió la infancia del autor de La sangre devota, entre 1888 y 1900, y al que dedicó inolvidables versos.


En su niñez jerezana, López Velarde admiró el encanto de las niñas que poblaban la Plaza de Armas.


Vine la primera ocasión a Jerez en 1981. En algunos aspectos todavía era un pueblo que se veía en “el espejo diario” de finales del siglo XIX. A lo largo de las páginas de un ensayo póstumo, Xavier Villaurrutia destacaba los numerosos versos de López Velarde que tenían relación con el olfato. Se podía aún, yo podía aún, en aquel 1981, al caminar por las calles, respirar “el santo olor de la panadería”, las frutas del mercado de la tierra, los cuerpos de las muchachas que llamaban a las madreselvas... Uno podía ver aún las casas detenidas en el reloj inmóvil de décadas atrás, y luego de caminar por calle de las Flores, llegar a la Alameda, y ponerse bajo los “árboles máximos”, oír picotear a los troncos de los árboles a los “pájaros de oficio carpintero”, y podía uno entrever la figura alta y morena de nuestro poeta, cuando leía poemas en latín sólo interrumpido de súbito por el destello del vestido azul de Adela Molina. Imaginaban “aquellos ojos míos de 1981” (para adaptar un verso de Federico García Lorca) que al ver los ojos de las jóvenes bellas, yo les decía esos versos de Ramón, que a su vez él repetía en un poema como dicho por una señora del poblado: “Cuando busque mi hijo/ a su media naranja,/ lo mandaré vendado hasta Jerez”, y creía ver que ellas, en las calles o en la Plaza de Armas, bajaban un poco los párpados, inclinaban ligeramente la cabeza, y decían líneas de la “joyante canción” que cantaba la madrina de nuestro poeta: “Si soy la causa de lo que escucho,/ amigo mío, lo siento mucho”. Un prodigio de tierna sencillez popular que resume el desamor.


El escueto Jerez de finales del siglo XIX y principios del XX sería quizás de seis u ocho cuadras a la redonda, tendría numerosas casas donde habría un buen número de ejemplos de esa arquitectura llamada gótico-jerezano, casas con tapias de azulejos, balcones enrejados y patio o jardín interior, ese pequeño Jerez, al que rodeaban luego huertas y huertos, y después de aquel círculo, a lo largo y a lo ancho, las haciendas grandes y pequeñas. Como cuentan los cronistas, la tierra era fertilísima. Buena parte de ese pueblo y de ese mundo, que detalló bellamente Eugenio del Hoyo en su libro El Jerez de López Velarde y que el salvajismo revolucionario, en especial de los villistas de Pánfilo Natera, estuvieron a punto de dejar en ruinas, incluyendo este bellísimo Teatro Hinojosa, que quedó, como la misma capital del estado, descuidado durante décadas por la destrucción y el exilio de las familias. El teatro sólo se salvó por la desesperación de sus habitantes que llegaron a tiempo para sofocar el fuego. Por fortuna, algo de aquel Jerez empieza a recuperarse desde que se recibió la denominación de pueblo mágico, un pueblo mágico que sería impensable sin la invención verbal de López Velarde.


Salvo la Alameda, que ha sido definitivamente afeada por construcciones que pudieron hacerse en otro lado, uno puede aún solazarse transportándose en el tiempo a los sitios característicos que Ramón López Velarde nombró y amó: la Plaza de Armas, el Santuario, la Parroquia, el Jardín Brilanti, el teatro Hinojosa, la calle del Espejo, la calle de Las Flores, y a unos cuantos kilómetros la hacienda de la Ciénega, donde moró Josefa de los Ríos, Fuensanta, en una casa lacónica de la plaza, casa cuyas ventanas el adolescente jerezano no dejó de rondar, casa a la que con mi amigo José de Jesús Sampedro he visitado un par de veces, y en la que la dueña o inquilina amablemente nos acomide a pasar, y ya en la sala nos detalla lo que ella cree de buena fe de cómo y quiénes fueron Fuensanta y su familia, y en efecto, “la casa se dividió en dos, porque ventanas sólo hay una, sí señor, observó bien”, dice la señora a Sampedro.


Todo en López Velarde tocaba a la mujer. La infancia jerezana del poeta entre 1888 y 1900 tuvo para él el encanto de las niñas, a las que encontraba, por ejemplo, en la Plaza de Armas, la “plaza de musicales nidos”, donde rondaban, entre las “fuentes cantantes y los prados umbríos”, “el coro de chiquillas”, las “pequeñas torcaces” que le cantaban “en la mañana de un día claro y justo”, “las párvulas lindas y bobas” que le dejaron “una gota del filtro de amor en la frente”.


Si Plaza de Armas era el jardín grande, al Jardín Brilanti, que tenemos enfrente de aquí del teatro, se le llamaba, como ustedes saben, el jardín chico. A su modo, con la Alameda, eran los lugares confesados de soledad o esparcimiento del niño y adolescente jerezano. Pero el musical nombre de Jardín Brilanti, debido a algún decreto de quién sabe qué presidente municipal, que en un desdichado arranque de patriotismo inútil pero de escasa literatura, cambió el nombre por el de Miguel Hidalgo, como si no hubiera miles de jardines y miles de estatuas y miles de calles llamadas Miguel Hidalgo en el país y ni una sola con el nombre de Brilanti, quien fue, por demás, quien lo mandó diseñar y hacer, y no el padre de la patria. Ojalá vea el día que, en un arranque de sensatez, al Jardín Brilanti le sea regresado a su nombre original, nombre que además contiene un sonido metálico de campanilla de plata en la mesa. Menos mal, me lo digo con escaso consuelo, que el nombre del Teatro Hinojosa no ha sido cambiado por Teatro Luis Echeverría o Teatro Carlos Salinas de Gortari.


La Virgen de Guadalupe es la virgen nacional y en alguna medida americana, y lo fue también para López Velarde. “La médula de la patria es guadalupana”, escribió en un texto de El minutero. Pero regionalmente hay vírgenes de las cuales los mexicanos se sienten más cerca porque son de su región, de su ciudad o de su pueblo. La Virgen de la que se sintió más cerca el autor de Zozobra es la Virgen de la Soledad, la Madre Dolorosa que dolorosamente lo miraba en el Santuario, iglesia que fue el centro religioso del mundo del joven católico liberal, maderista y carrancista. López Velarde sabía que llegaba a Jerez desde que veía, subido en la carreta, el “valle azul y la azul sierra”, y luego lejos, allá, en el centro del pueblo, los campanarios, es decir, las “torres parleras”, las “torres ágiles”, “las torres gemelas” de ese Santuario donde se casaron sus padres, donde vio a Fuensanta un sinnúmero de veces, Santuario que preside la Virgen de la Soledad, que lo tenía –como dice en un verso- “comprado en cuerpo y alma”, lugar donde acaso soñó más de una vez casarse, y donde imaginó, casi al final de su vida, que la Virgen, “cabizbaja y benévola”, lo veía llorar y las aguas del llanto desbordaban el Santuario e inundaban las calles. En esa imagen RLV veía unidos simbólicamente las aguas del Bautismo y los Últimos Óleos, es decir, nacimiento y muerte. ¿Pero acaso en una lectura más atenta, no hay también el sentimiento de culpa de nuestro poeta por no haber vuelto a Jerez, de no vivir en Jerez, en ese lugar del que sentía que nunca debió salir? ¿No imaginó acaso en su poema “Mi villa”, en versos henchidos de ternura y nostalgia, cómo habría sido su vida aquí? Recordemos estos versos:



Si yo jamás hubiera salido de mi villa,


con una santa esposa tendría el refrigerio,



de conocer el mundo por un solo hemisferio.


Tendría, entre corceles y aperos de labranza,



a Ella, como octava Bienaventuranza.



Quizá tuviera dos hijos, y los tendría



sin un remordimiento ni una cobardía.



Quizá serían huérfanos, y cuidándolos yo,



el niño iría de luto, pero la niña no.




Siempre que he venido a este hermoso y entrañable pueblo, lejos del ferrocarril y vivo en la poesía y en la imaginación de Dios, siento al caminar, que la silueta y la sombra de Ramón López Velarde me acompañan al lado. Tal vez esté ahora aquí en el teatro. Seguro está. No puede ser de otra manera. ¿Él debió regresar —el fantaseó regresar— a Jerez —¿no lo dijo?— “cardiaco y gotoso”? ¿No dijo acaso también en el poema final de Zozobra, su libro pedestal?:




Cuando me sobrevenga


el cansancio del fin,


me iré, como la grulla


del refrán a mi pueblo,



a arrodillarme entre



las rosas de la plaza,



los aros de los niños



y los flecos de seda de los tápalos.




Sin duda habrá alguien en este recinto que recuerde que José Juan Tablada escribió una carta al poeta guanajuatense Rafael López el 2 de agosto de 1921, es decir, un mes y medio luego de la muerte de Ramón, una carta que no puede leerse sin lágrimas. Habían pasado ya en ese 1921 la revolución armada en México y la Primera Guerra Mundial en Europa. Y Tablada escribe a López: “(…) Pero vino luego la muerte de nuestro querido Ramón, que me dejó atónito y me llenó de estupor. Por más que las hecatombes hayan asolado a nuestra patria y al mundo y nos hayan familiarizado con la muerte, en este caso la desgracia sobrepasó toda previsión. Yo siempre imaginé a Ramón fuerte, longevo, patriarcal, lleno de sabiduría y de progenie en una casona de su provincia amada. Cuando [yo] vuelva a [Ciudad de] México y no lo vea, voy a sentir como si en el lugar de la Alameda encontrara un gran socavón”.



*Palabras leídas al recibir el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde, en el Teatro Hinojosa de Jerez, Zacatecas, el 19 de junio de 2010, autorizado por su autor, Marco Antonio Campos.







Ceremonia de entrega del Premio Iberoamericano de poesía Ramón López Velarde, David Eduardo Rivera Salinas, director del Instituto Zacatecano de Cultura, Alma Araceli Ávila Cortes, presidenta municipal de Jeréz, Zacatecas, Amalia García, gobernadora del estado de Zacatecas, el poeta Marco Antonio Campos y el poeta y promotor cultural José de Jesús Sampedro. ®Borzelli Photography



Sobre Marco Antonio Campos*



Conocí a Marco Antonio Campos en las oficinas del Pésimo Piso de Rectoría, donde el explosivo laboratorio o locomotora que en ese momento era la Dirección de Difusión Cultural de la UNAM se hallaba, y cuyo maquinista era Hugo Gutiérrez Vega. Marco Antonio trabucaba con la Revista de la Unam, pasaba a empellones por la esquina mágica de Material de Lectura, hilaba y deshilaba las páginas de Los Universitarios, sin parar nunca un minuto, ajeno a la parsimonia de algunos de quienes por ahí iban haciendo pinos y pininos en la literatura.

Lo recuerdo en la
Plaza de Mixcoac, doblemente, porque ahí me lo encontré varias veces, porque sus alrededores aparecen en algunos de sus poemas, como aparece Viena y todo lugar en el que ha puesto el ojo y el corazón.

Y lo veo levantando el arcabuz para disparar al aire explosión tras explosión de inimaginables pero ciertísimos encuentros de poetas, unos aquí y otros en otra hora, desde las páginas del
Periódico de Poesía, primero, que él fundó, y después en el Festival de Poetas del Mundo Latino, que ha sabido llevar con mano animada y enorme generosidad.

*Pedro Serrano, director de la revista electrónica de Poesía, de la Unam.





Ceremonia de entrega del Premio Iberoamericano de poesía Ramón López Velarde, Alma Araceli Ávila Cortes, presidenta municipal de Jeréz, Zacatecas, Amalia García, gobernadora del estado de Zacatecas, el poeta Marco Antonio Campos y el poeta y promotor cultural José de Jesús Sampedro. ®Borzelli Photography



Mi visión de Marco Antonio Campos *


Cuando corren por partida doble los rieles de la amistad y de la admiración, y miramos hacia delante como lo hacemos en las carrileras de un tren, se tiene la sensación de que se unen esos rieles para convertirse en uno solo. De esa naturaleza son mi aprecio por la persona de Marco Antonio Campos y por su poética.

Desde que lo conozco y desde que lo vuelvo a ver en México, en España o en Colombia, siempre se renuevan esas dos instancias.

Marco Antonio deja a su paso, tanto en su conversación como en su escritura, la sensación de estar ante una entidad humana pasional y generosa, crítica e irónica pero no por eso menos cálida e insatisfecha. Su insatisfacción con la realidad atroz de nuestros países comunes, el prontuario que le sigue a esa misma realidad, es una suerte de catalejo que no usa por el lado de la lejanía, que más bien lo enfoca pensando en lo que le ocurre en los demás, en la cercanía con el otro.


* Juan Manuel Roca, poeta colombiano.







Reconocimiento por la Universidad de Zacatecas. En la Universidad de Zacatecas, los poetas Antonio Cisneros, Miguel Covarrubias y su esposa, Víctor Manuel Cárdenas, Juan Manuel Roca, Marco Antonio Campos, José de Jesús Sampedro, Stefaan van den Brent, Silvia Mijares, scretario de la Universidad de Zacatecas Armando Silva Chairez y David Eduardo Rivera Salinas, director del Instituto Zacatecano de Cultura. ®Borzelli Photography



Para la realización de la crónica antropológico-fotográfica de la entrega a Marco Antonio Campos del Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde 2010, en el marco de las Jornadas Lopezvelardeanas 2010, se tuvo el apoyo, entre otros, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes así como de amigos, poetas y escritores.


Fotografías: Pascual Borzelli Iglesias para abartraba

Diseño y edición: Miguel Borzelli Arenas



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